Maradona y su regreso a Boca: la pelea con Toresani, el mechón amarillo y la cena con Charly García

Tu-tún, tu-tún. Tu-tún, tu-tún. La Bombonera late fuerte. Tal vez, como nunca. Después de años esperándolo, llegó el gran día. Es el sábado 7 de octubre de 1995 y lo que pasará en instantes quedará marcado para siempre en la historia del fútbol mundial. La efervescencia en la atmósfera es incontenible. Decenas de miles de hinchas de Boca cantan y saltan en la previa de un partido único. De reojo, absolutamente todos miran hacia un mismo lugar: la boca del túnel local.

Por allí saldrá, unos minutos antes de las 18, Diego Armando Maradona. Por primera vez en 13 años y medio, vestido con la casaca azul y oro y el número 10 en sus espaldas, volverá a jugar con los colores que más ama. Primero saltan al campo los 11 de Colón, el rival de turno, que en tiempo de locales y visitantes saludan desde el mediocampo a los hinchas que coparon la tercera bandeja del lado del Riachuelo.

Diego domina la pelota ante la marca de alguien que más adelante hará historia en Boca: Hugo Ibarra; en el fondo, Julio SaldañaGUSTAVO AMARELLE

En el equipo se destaca un lateral derecho formoseño que unos años más tarde se convertirá en uno de los más destacados en su puesto en la historia de Boca: Hugo Benjamín Ibarra. Y el delantero por derecha es un personaje muy querido: Claudio García. En el mediocampo se destaca la presencia de un aguerrido volante con nombre de emperador, con marca y con llegada que unas horas más tarde será un gran protagonista de la jornada: Julio César Toresani.

Entonces sí, hay movimiento en las escaleras del túnel local. Los hinchas cantan y bailan. Los papelitos también bailan, al ritmo de la suave brisa de la jornada. Hay un globo gigante sobre el césped con la frase “Bienvenido Diego”. también hay humo y globos azules y amarillos, que en épocas donde no era habitual ese tipo de recepciones, le aportan más color y más calor a todo.

Maradona juega con la pelota; detrás, «Don Silvio» Marzolini

Y allí encara Diego, con la pelota apretada por su mano izquierda contra su vientre, rumbo al círculo central. Se detiene antes de ingresar al campo de juego, se persigna y avanza. Lo siguen Carlos Mac Allister, Christian Kily González, Diego Soñora, Fabián Carrizo, Néstor Fabbri y todos los demás: Carlos Navarro Montoya, Fernando Gamboa, Julio Saldaña, Sergio Martínez y otro crack de escala mundial: Claudio Caniggia.

Con su habitual perfil bajo, el DT Silvio Marzolini (considerado el mejor lateral izquierdo de la historia del fútbol argentino) disfruta en silencio esta posibilidad que le regala la vida de volver a entrenar al club de sus amores, 14 años después de aquella consagración en el Metro 81, también con Diego como número 10 y máxima figura. “Don Silvio”, como lo llama el ídolo, es muy feliz.

Maradona y «Don Silvio», como le decía Diego al DT Marzolini, durante una práctica previa al gran debut contra Colón

La Bombonera late, y también ruge al ritmo de una canción icónica de la época, que empezaba con: “Vale 10 palos verdes, se llama Maradona…”. También vuelve el interminable y eterno “Maradooooooooooooooo”, “Maradooooooooooooooo”.

En el palco oficial sonríen el presidente Antonio Alegre y el vice, Carlos Heller, que buscan revitalizar al club en lo deportivo y en lo simbólico, mientras un joven empresario pretende desbancarlos en las elecciones de fin de año. ¿Su nombre? Mauricio Macri.

El resumen del partido

Como siempre, en cualquier lugar del planeta, las cámaras siguen cada movimiento del ídolo. Camina, levanta los brazos, arenga, se abraza con sus compañeros, respira hondo para intentar enfocarse en el partido y evitar que la emoción lo invada, suelta la pelota y le da un fuerte zurdazo hacia arriba, patea globos, se ata los cordones de los botines, posa para la foto, mira a la platea, busca en los viejos palcos amarillos de Del Valle Iberlucea a sus padres, Doña Tota y Don Diego y a su esposa Claudia. Aprieta fuerte el puño derecho.

El campo de juego está repleto de personas ajenas al juego. Hay familiares, fotógrafos, cronistas, alcanzapelotas, colados… También se pasean tres personajes del rock nacional: Charly García, Juanse y el Zorrito Fabián Von Quintiero. Se sienten ajenos del planeta fútbol, pero muy cercanos de la gran figura de la tarde.

El Zorrito Von Quintiero, Juanse y Charly García, presentes en la Bombonera para el regreso de Maradona a Boca

FOTO: LEONARDO CAVALLO
COLORLEONARDO CAVALLO

De pronto aparece una caja gigante y convocan a Diego para que vaya a recibir el regalo. Los paneles caen y adentro aparecen sentadas Dalma y Gianinna. Sostienen un cartel que dice “Gracias Papá”. Diego las mira, las abraza y llora. Cuenta hasta 10 y sale corriendo, tratando de volver a enfocarse en el partido que comenzará en instantes. Más tarde confesará que ese momento lo emocionó tanto que tardó media hora en meterse en el juego. Ya en casa, hablará con su esposa Claudia. Sabe que ella lo hizo con todo el amor del mundo, pero le pedirá que no vuelva a repetir una sorpresa así. Boca gana el sorteo y Diego elige sacar. El árbitro pita y el partido comienza.

“Lo viví con una enorme satisfacción. Fue un privilegio haber sido designado para el regreso de Diego en la Bombonera, con la camiseta de Boca, con toda la gente esperando eso”, recuerda Francisco Lamolina, en diálogo con LA NACION. Y amplía: “Yo ya había tenido la fortuna de haberlo dirigido dos años antes cuando debutó en Newell’s, contra Independiente en Avellaneda. En ese entonces estaba muy bien, era un pibe muy respetuoso, muy educado. Cuando lo reencontré en Boca ya estaba un poco más rebelde, en la cabeza tenía el mechón amarillo…”.

Maradona, apenas instantes después de ingresar a la cancha en su regreso a Boca

FOTO: LEONARDO CAVALLOLEONARDO CAVALLO

El partido parece de inicio de campeonato. Pero en realidad forma parte de la fecha 9 del torneo Apertura. El Xeneize está octavo en la tabla y el puntero es Lanús.

Más allá de la fiesta previa, cuando la pelota comienza a rodar se terminan las sonrisas. Colón no viajó a la Bombonera para ser testigo del regreso de Maradona. Y entonces, el desarrollo se hace muy friccionado. Los roces y la pierna fuerte se hacen frecuentes. Es un partido caliente.

El árbitro Francisco Lamolina dialoga con Diego Maradona en medio de una de las tantas discusiones del partido; sobre el margen derecho, Claudio García

Era fútbol y Toresani le había metido dos o tres veces fuerte. Diego se la bancaba, pero no se quedaba callado. Ya habían discutido fuerte después de un golpe que recibe Diego en una jugada aérea, donde acusa a Ameli de pegarle un codazo y Toresani lo increpa. Y poco después llega la jugada”, relata con precisión Lamolina, 30 años más tarde.

“La jugada” se da a los 38 minutos de la primera etapa y altera el desarrollo del encuentro. Sobre el lateral cercano al juez de línea que está del lado de los palcos, Caniggia se lanza con los dos pies para adelante contra Dante Unali, justo cuando despejaba la pelota. El jugador sabalero cae, dolorido. Era expulsión, pero Lamolina no ve tan violenta la acción y solo lo amonesta. Esa jugada deriva en otra discusión entre Toresani y Maradona. Cansado, el árbitro amonesta a ambos. Pero el Huevo ya estaba amonestado, por lo que recibe la segunda amarilla y la consecuente roja.

Diego y su magia, ante Colón

FOTO: DAVID SISSO
DAVID SISSO

Treinta años después, Lamolina da su versión de los hechos: “Una cosa es lo que vi en la cancha. Me pareció que había ido mal, pero no me llegó a convencer que fuera para expulsión y por eso lo amonesté. En eso viene Toresani, se empieza a pelear con Diego, discuten. Toresani me insulta mal y yo decido echarlo. El Huevo argumentaba que Diego me estaba manejando el partido, cosa que no era así. Pero bueno, era su opinión. Diego me pidió que no lo echara, pero yo no iba a aceptar que siga en la cancha un jugador que me había insultado como me insultó. Lamentablemente quedó como una gran injusticia, porque cuando a la noche volví a ver la jugada en Fútbol de Primera me quería morir. Era expulsión de Caniggia y terminé echando a Toresani”.

La tensión crece con el paso de los minutos. Con 16 puntos de 24 posibles y en el octavo puesto de la tabla, Boca está obligado a ganar. Lo necesita el equipo, el club, la dirigencia, los hinchas y el mismísimo Maradona.

Doña Tota y Don Diego, en los palcos viejos de la Bombonera, viendo el regreso de Maradona a Boca

FOTO: LEONARDO CAVALLO
COLORLEONARDO CAVALLO

Marzolini sabe que algo tiene que cambiar en el equipo y toma riesgos. A los 17 minutos del complemento decide sacar al Manteca Martínez y poner a Darío Scotto, hombre de área. Esa jugada del querido DT será determinante.

Con un jugador de más desde la expulsión de Toresani, Boca va una y otra vez, pero choca contra una defensa firme del Sabalero, conducida por Enzo Trossero.

Claudia, Dalma y Gianinna sonríen junto a dos amiguitas en los viejos palcos de la Bombonera, durante el regreso de Diego a Boca

FOTO: LEONARDO CAVALLO
LEONARDO CAVALLO

Y entonces, a falta de un minuto, llega el desahogo. Un centro desde la derecha de Soñora es despejado. La pelota le cae a Diego, que con un toque suave vuelve a elevarla para Fabbri, que pierde de cabeza con Ameli. El rebote le cae a Gamboa, que de frente al arco, desde la medialuna del área patea; otro rebote. Esta vez, la pelota la domina Christian González por la izquierda. El centro del Kily parece teledirigido, con buena rosca al segundo palo, donde Scotto ingresa en soledad y mete el frentazo que infla la red.

La gran mayoría corre detrás del autor del 1 a 0. Maradona, en cambio, camina hacia la zona de los bancos, abre los brazos y parece querer abrazar a su esposa, a sus hijas y a sus padres, allá en lo alto de los palcos viejos. El éxtasis en la Bombonera es total. La fiesta es perfecta. Apenas un instante más tarde, Lamolina anuncia el final del encuentro.

“Está claro que si había un partido que queríamos ganar, Diego y todos los jugadores, era éste. Lo que demostró hoy la gente es como si Boca hubiese ganado un campeonato. Y creo que lo hemos ganado, porque tener a Diego de vuelta, con su magia, con su capacidad y con todo lo que siente por el fútbol y por Boca, realmente es una de las mayores alegrías”, resumió Marzolini en una columna especialmente escrita para LA NACION.

La entrada oficial de aquel partido emblemático entre Boca y Colón del 7/1/95, cuando Maradona volvió al Xeneize (archivo del autor)

“Me pasaron cosas muy lindas en el arbitraje, como ser el cuarto hombre en la final del Mundial 94, que Brasil le gana por penales a Italia, pero todo eso no alcanza para decirte la felicidad que me provocaba dirigir a Diego. Incluso fui invitado a dirigir en su partido despedida. Esas cosas me quedaron marcadas para siempre. Tengo recuerdos hermosos”, relata don Pancho. Y compara: “Diego era de una forma con la camiseta de Newell’s (respetuoso, las manos atrás, hacía caso), más rebelde en Boca (con esa franja amarilla en la cabeza) y de director técnico ni te cuento: estaba más afuera de la cancha que adentro. Pero fenomenal, un lujo. En tiempos donde existían los Bochini, los Alonso, los Francescoli, los Riquelme, los Verón, Diego se súper destacó. Fue algo alucinante. Hacía cosas que solamente él podía hacer. Realmente no tenemos conciencia de la bendición futbolística que tenemos. Antes Diego, ahora Leo Messi: dos números uno durante 30 o 40 años”.

Carlos Navarro Montoya, entonces arquero de Boca, comparte con LA NACION lo que vivió en aquel momento: “Recuerdo que se paró el país. Era un evento único, el regreso de Diego, con todo lo que implicaba para Boca y para el fútbol argentino. Recuerdo que hubo un seguimiento inmenso de todos los medios, nacionales e internacionales, y realmente Diego vivió un momento muy lindo porque no esperaba el recibimiento con sus hijas ahí en la cancha”.

Navarro Montoya disfruta a la distancia de la magia de Maradona

El Mono escarba en su memoria intacta y contextualiza: “Fue parte de un torneo en el que Boca tenía un muy buen equipo, pero al final perdimos el campeonato porque en el medio hubo una gira por China que nos perjudicó muchísimo. Pero volviendo a ese día, fue un día muy especial, emocionante. Para él y para nosotros. Desde ese momento empezamos a palpar lo que era tener a Diego. Nosotros después terminamos naturalizando esto porque lo teníamos todos los días, pero la magnitud de Diego era inmensa. Creo que fue un día que será recordado siempre. Y yo sé que Diego lo tenía también entre sus días más preciados”.

Como pasa con cualquier etapa de la vida de Diego, la previa de ese operativo retorno fue a un ritmo frenético. El periodista Daniel Arcucci, que compartió cada uno de esos instantes junto a Maradona, intenta resumir esa agenda frenética: “En julio de 1995, mientras Diego cumplía los 15 meses de suspensión que le había impuesto la FIFA por el positivo del partido contra Nigeria en el Mundial de Estados Unidos, empieza a hablarse de su regreso a Boca. El dinero lo pone el grupo América, con Eduardo Eurnekian a la cabeza. Y posa por primera vez con la casaca azul y oro en el country Los Abrojos, propiedad de Mauricio Macri. El 18 de agosto va a ver a Boca, que le gana 1 a 0 a Platense con gol del camerunés Alphonse Tchami. Diego estaba en el palco de honor y en el palco de presidentes, Passarella. Se cruzan de casualidad en un rincón del estadio, pero ni se miran ni se saludan».

El periodista, biógrafo de Diego, continúa: “Uno de sus primeros entrenamientos para encarar el regreso lo hace en Punta del Este, donde se encuentra con Enzo Francescoli. Allí filma escenas de la película Cuando Maradona conoció a Gardel, con Alejandro Dolina y Ester Goris, cuya producción había mudado todo a Uruguay especialmente para contar con la actuación de Diego. De ahí se va a París, donde el 18 de septiembre funda el Sindicato de Futbolistas, junto a Eric Cantona, Jean-Marc Bosman, Hristo Stoichkov, Ruud Gullit, Gianluca Vialli y varios futbolistas más. Acto seguido viaja a Turquía para jugar un partido de exhibición. Y de ahí se va a Corea del Sur, adonde llega el 24 de septiembre para jugar el partido presentación entre Boca y la selección local”.

«Me teñí un pedacito de rubio en repudio a los caretas, a los que te cuentan cómo hay que vivir, cómo vestirse, como tener el pelo…», explicó Diego luego de pintarse una franja amarilla de su cabello en 1995

En medio de todo eso es cuando surge lo del famoso mechón. Continúa Arcucci: “Él estaba intentando hacerse algo diferente en el pelo. No tenía claro qué, pero precisaba algo simbólico. En Buenos Aires se había pintado de azul, pero cuando se bañaba se le iba todo el colorante. Y en Corea, un día dice: ‘Me quiero pintar la franja amarilla’. Pregunta cuál es la mejor peluquería de Seúl y cuando va estaba cerrada. Pero era Maradona, así que a las 2 de la mañana abrieron la peluquería para él. Y ahí le hacen el mechón. Entonces me dice: ‘Traete un papel que vamos a pensar a quién le dedico el regreso, pero primero quiero escribir por qué vuelvo y por qué me hago este mechón´. Le acerco un papel y escribe ‘Todo en repudio’. Y lo firma.

Finalmente, Diego vuelve al fútbol el 30 de septiembre. Picardía rebelde, gracias al huso horario oriental le “roba” un par de horas a la sanción de la FIFA, que se cumplía a las 0 del 1º de octubre. Boca le gana 2 a 1 a la selección de Corea del Sur, con goles de Mac Allister y Manteca Martínez.

«Todo en repudio», la dedicatoria de Diego Maradona después de pintarse un mechón amarillo antes de su regreso a Boca

Luego del raid maradoniano, volvemos al sábado 7 de octubre de 1995. El partido con Colón es historia. La victoria de Boca, también. Pero para Maradona los días nunca se terminan. Y entonces, después del encuentro va a brindar al Soul Café, el bar que el Zorrito Von Quintiero tiene en la zona de Las Cañitas.

Allí, con Charly García a su derecha y su esposa Claudia a su izquierda, grita como un desaforado cuando ve por la pantalla gigante el gol agónico de Scotto.

Tras el partido, Diego cenó en el Soul Café de las Cañitas. Junto a él: Tití Fernández, el Zorrito Von Quintiero, Charly García y Claudia Villafañe

También hay espacio para la ironía: se pone de pie y aplaude cuando las cámaras de Fútbol de Primera muestran la televisación del sorteo para el control antidoping, en donde sale la bolilla 10 (la de Diego).

Hasta que llega el momento más tenso. Eso ocurre cuando el 10 escucha las declaraciones post-partido de Toresani, en donde el recio mediocampista dice: “A mí me echó Maradona. Y lo que diga él cuando escuche esto no me importa un carajo. Quisiera tenerlo enfrente, como me dijo en la cancha, que después del partido me iba a agarrar. Está bien, yo me la banco. Lo iría a buscar hasta la casa”.

Y entonces, Diego eterniza una frase maradoniana más: “A Toresani le dije en la cancha que yo vivo en Segurola y Habana 4310, séptimo piso. No tengo ningún problema de que me venga a buscar. Porque estoy cansado de los de pico. Que son todos guapos y cuando hay que poner la cara quieren separar. Esto de Toresani, yo le digo que llevo 20 años en el fútbol y no se puede hacer el sheriff dentro de la cancha. Yo no lo eché a Toresani. Que le pregunten a Lamolina, a ver si este tiene cara, este Toresani, que no existe, a ver si yo no le dije a Lamolina que no lo eche. Y esto lo juro por mis hijas. Y esto lo vuelvo a repetir, a Toresani: Segurola y Habana 4310, séptimo piso. Y vamos a ver si me dura 30 segundos”.

La vida pasará y esas curiosidades del fútbol harán que Maradona y Toresani, apenas dos años después se conviertan en compañeros en Boca, y que incluso el Huevo marque un gol -el del 1 a 1 parcial- en el último partido oficial de Diego, un triunfo por 2 a 1 sobre River en el Monumental. Y mucho después, cuando Toresani decidió en 2019 quitarse la vida, Maradona lo despidiera recordando aquel entredicho: “Pensar que lo quise pelear, y hoy lo lloro…“.

Pero todo eso forma parte de otra historia.

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