El argentino que juega en Montenegro y cree que su club crecerá gracias a Maradona

Tomala vos, dámela a mí, tic, tac, de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás, de izquierda a derecha y viceversa, tic, tac, tic, tac… así, hasta 25 veces. El final tuvo un pase de taco de Hernán Crespo y un zurdazo a media altura de Esteban ‘Cuchu’ Cambiasso. El gol, golazo, fue calificado en ese momento como el más lindo desde el punto de vista colectivo (el segundo de Diego Maradona a Inglaterra juega en otra categoría) que la selección argentina había marcado en un Mundial. Fue el 16 de junio de 2006. El estadio era el de Schalke 04, en Gelserkinchen, Alemania, y con una actuación perfecta, el equipo al que dirigía José Pekerman goleó por 6-0 a un combinado que, en tiempos de desmembramiento de la vieja Yugoslavia, llevaba el nombre de Serbia y Montenegro. Y tal vez, para la mayoría de los futboleros del país, aquel haya sido el último, o el único, acercamiento –aunque sea nominal– a ese territorio que se independizaría apenas tres meses más tarde de su “hermano mayor”, mucho más conocido y poderoso.

“Yo era chico, pero me acuerdo de haber visto ese partido”, evoca Agustín Córdoba, de 26 años, que por entonces acababa de cumplir 7 y corría detrás de cualquier pelota en las canchitas de González Catán sin siquiera imaginar que un par de décadas más tarde la palabra “Montenegro” le sonaría tan familiar que incluso ya podría mantener charlas en montenegrino, el idioma local. “Ya manejo el 70 por ciento de las palabras, y para el resto meto el inglés. Eso sí, al alfabeto no sé leerlo. Estudié las letras del cirílico, pero es inútil. Pueden escribir cualquier cosa sobre mí en una pared, que no voy a entender nada” cuenta desde allá.

Agustín se adaptó sin mayores problemas a Montenegro, al punto de que calcula conocer un 70% del léxico local; eso sí: no ha logrado leer en el alfabeto cirílico.Gentileza Agustín Córdoba

El fútbol argentino está plagado de ejemplos de pibes que salen al mundo para ser profetas en tierras ajenas, para forjarse un futuro económico más relajado o, simplemente, para asomarse a una primera categoría, sin importar si se trata de una liga de las que son televisadas todos los fines de semana o de alguna perdida en los recovecos del ranking FIFA. La de Montenegro es una de estas últimas, 80ª en el mundo, 38ª en la UEFA, y pertenece a un país de la costa del Mar Adriático cuya superficie no alcanza el 50 por ciento de la provincia de Misiones. Y que con una población de apenas 600.000 habitantes, tantos como tiene Formosa.

Córdoba cursó la novena y la octava divisiones en Boca y lo dejaron libre; el club xeneize es muy conocido en Montenegro, donde se sigue la liga argentina.

-Cuando te mencionaron la posibilidad de jugar en Montenegro habrás tenido que buscarlo en el mapa…

-¿Sabés que no? La historia fue así. Yo empecé haciendo divisiones inferiores en Boca, me dejaron libre en la octava y completé hasta la reserva en Nueva Chicago. Pero justo cuando llegó el momento de firmar el contrato profesional empezó la pandemia y quedó todo en el aire. Entonces, en cuanto pude me acerqué a un centro de entrenamiento y conocí a Gustavo López, un muchacho que jugó en Lanús y después anduvo por Indonesia y Malasia hasta que encontró su lugar en Buducnost, el mejor equipo de Montenegro. Cuando me lo comentó me pregunté dónde quedaría eso y fui a buscar datos en internet. En ese momento él ni me mencionó la chance de venir acá. Pero meses después se enteró de algo, me dijo que me había conseguido una prueba, me puse un poco más al tanto de cómo era el país y tomé al avión. Fue una jugada a todo o nada, y me salió bien.

Nueva Chicago fue su segundo club en Argentina y en él Córdoba completó las divisiones inferiores; cuando Agustín estaba por firmar el primer contrato como profesional, apareció la pandemia de coronavirus, preludio de su migración a Montenegro.

-¿Qué edad tenías?

-Veinte años. Cumplí los veintiuno cuando llegué acá. Viajé con Iván More, un amigo de la época de Boca que ahora está jugando en Laferrère, pero que en ese momento vivía una situación parecida a la mía. Él estaba por arreglar con un club de la segunda en Chile, le comenté que me iba y vino conmigo. Estuvimos juntos el primer año, después yo seguí y él volvió a la Argentina.

-¿Y por qué seguiste vos?

-No sé. Me gustó. Yo estaba en una ciudad, Herceg Novi, en la costa. En el viaje de ida hicimos escala en Fráncfort y de ahí fuimos a Dubrovnik, la ciudad de Croacia que tiene un castillo donde filmaron la serie Juego de tronos, un lugar increíble. Bueno, pasás una montaña y del otro lado ya es Montenegro y está Herceg Novi, que es mucho menos conocida, pero muy parecida. Así que pasé de mi barrio en González Catán a vivir a dos cuadras de la playa, una locura. Volvía de entrenarme y me iba al mar a relajarme. Ahora estoy en Podgorica, la capital, que no tiene playa pero también es muy linda.

El mar Adriático y la playa estaban a mano para el futbolista argentino cuando actuaba en Igalo, club del ascenso; la ciudad, Herceg Novi, le parecía de cuento.Gentileza Agustín Córdoba

-¿Montenegro es un país rico?

-Rico no, pero la gente vive bien [en 2023 ocupaba el 49º lugar mundial en la escala de Índice de Desarrollo Humano que mide ONU, con una renta per cápita que duplica la argentina]. No hay pobreza, no ves a nadie pidiendo plata en la calle, tampoco hay delincuencia. Una de las primeras cosas que me sorprendieron cuando llegué fue que me juntaba con mis compañeros a tomar un café, decíamos de ir a caminar un rato por la playa y veía que ellos dejaban sus cosas arriba de la mesa: el celular, la billetera, todo. Y cuando volvíamos, nadie había tocado nada. No podía creerlo.

-Llevás cinco años allá. ¿No valoraste la opción de volver?

-Cuando fui a pasar las fiestas después del primer año tuve alguna charla para quedarme en Argentina en un club del ascenso. Justo había nacido Isabela, mi hija, y a mí me tocaba venir otra vez solo cuando ella tenía apenas 15 días. Pero lo que ofrecían pagarme no me alcanzaba para nada. Hablé con Rocío, mi novia, y entendimos que lo mejor, pensando en el futuro, era que yo siguiera otro año en Montenegro. Recién al tercero pudimos venir los tres juntos.

Córdoba dejó de ver a su hija cuando ella tenía apenas 15 días, porque debió volver a su trabajo de futbolista en Montenegro; recién al tercer año pudo estar allá con su novia y la bebé.Gentileza Agustín Córdoba

La apuesta por ese mañana mejor que hacen los muchachos a quienes no se les abren las puertas en nuestros clubes nunca es sencilla. Obliga a adaptarse a costumbres y geografías muy distintas, a aprender idiomas; exige sacrificios en el ámbito personal. “Hace cinco meses falleció mi papá, y hace un mes, la abuela de Rocío, y no pudimos ir a despedirlos”, narra Córdoba. Tampoco suele ser lineal. A Agustín le costó cinco años cumplir su sueño de jugar en la primera categoría.

Su primer club, OSK Igalo, participa en el torneo de segunda, y estuvo cerca un par de veces de subir de categoría en las cuatro primeras temporadas. Hasta que en la quinta se dio por fin el siempre necesario toque de fortuna. Marko Scepanovic, el entrenador de Igalo en el torneo 2024/2025, fichó por Mladost DG, que había logrado el ascenso, y se llevó con él a su hombre de confianza en el doble cinco de la mitad de la cancha. El ayudante de campo, además, es el mismo Gustavo López que dio el puntapié inicial a toda la historia.

-La segunda de Montenegro se parece a la nuestra. Es dura, las canchas no ayudan. Era guerrear todo el tiempo. La primera ya es otra cosa, desde los campos de entrenamiento hasta el estado de las canchas, y el juego es mucho más táctico, más rápido. No tenés margen de error: te equivocás y te hacen el gol.

Montenegro tiene playa y montañas, como también una liga de segunda categoría dura, al estilo de la Primera Nacional argentina; durante cuatro temporadas Córdoba la protagonizó, con varios ascensos frustrados que quedaron cerca.Gentileza Agustín Córdoba

-¿Cuántos equipos hay en la liga?

-Diez, nomás. El campeonato tiene dos rondas, ida y vuelta. Hay 18 partidos en la primera, hasta diciembre, y la segunda arranca en febrero. Al final jugamos cuatro veces contra el mismo equipo. Nosotros ahora quedamos antepenúltimos, pero estamos a 7 puntos del primero y a 4 de los que juegan eliminatorias de Conference League. O sea, si ganamos dos partidos seguidos nos metemos en la pelea.

-¿Cómo son los dos clubes donde has estado, Igalo y Mladost?

-Dos mundos distintos. Igalo es un club viejo, que va a cumplir cien años en 2029, pero diría que en infraestructura y funcionamiento es muy amateur: había una sola cancha en la que se entrenaba y se jugaba. Quiere crecer con la idea de ascender, compró extranjeros de jerarquía y en los últimos dos años en que estuve nos quedamos a uno y tres puntos de meternos a los playoffs para subir. Yo tuve altas y bajas en ese tiempo, pero en la última temporada terminé siendo el capitán del equipo. Mladost es casi todo lo contrario. Se lo fundó hace seis años y está en Donja Gorica, un barrio de Podgorica, la capital, que está en el centro del país. Tiene un estadio muy lindo, el DG Arena, donde juegan como locales las selecciones juveniles de Montenegro. Trajo extranjeros: un brasileño, un portugués y otro argentino, Rodrigo Faust, delantero que allá estuvo en varios clubes del ascenso. Y nos enfrentamos con los equipos grandes de la primera, que es una manera de crecer. Este año ya le ganamos a Buducnost, que suele pelear todos los años para entrar a alguna copa europea.

OSK Igalo, su primer club en Montenegro, es casi centenario pero muy amateur: tiene una única cancha para prácticas y partidos oficiales.

-Pero tuviste que dejar la playa…

-Y sí, ¿qué le vamos a hacer? Ahora estoy entre las montañas, aunque también es lindo y ya me acostumbré.

-¿Es muy difícil moverse como doble 5 en ese fútbol?

-Depende del partido, porque todos se plantean de maneras diferentes. Nosotros jugamos mucho al contragolpe, somos más defensivos. A los argentinos nos salva esa chispa que por acá no tienen: la intuición para adivinar el pase, la viveza para evitar el choque y para darle un empujoncito al rival antes de que caiga la pelota, de forma de complicarle el control y robársela. Y además no conviene chocar mucho con ellos; son gigantes. Yo mido 1,78 metros y soy de los más bajos del plantel. Y también nos destacamos por nuestro carácter aguerrido, por ir a morir en cada pelota dividida. Eso gusta mucho acá.

Agustín juega como mediocampista central, con coraje para ir por cada pelota y mañas argentinas para ganarla, sin entrar en roces con los grandotes futbolistas locales.

-En tiempos de Yugoslavia, sus equipos y selecciones llamaban la atención por el carácter competitivo en todos los deportes y el fanatismo de los hinchas. ¿En Montenegro se da así?

-Sí, tal cual. En fútbol quizás no tanto, pero el básquet acá es una locura. Explotan los estadios. Y en general son muy buenos en todos los deportes jugados con las manos. La selección de waterpolo está entre las mejores del mundo. Y nunca les tiembla el brazo; son muy fríos en los momentos decisivos.

-Pero no llenan las tribunas de fútbol.

-Ahora está viniendo un poco más de gente, pero en eso no se puede equiparar con Argentina. De todas formas, si concretan algo en lo que el club estaba trabajando, creo que va a empezar a venir mucho más público.

-¿De qué se trata?

-Podríamos ser el primer club del mundo en usar la ropa de la marca Maradona. Incluso llegamos a jugar algún partido con esa camiseta, pero fue un caso especial, una suerte de tributo. Parece que no es un tema cerrado.

-¿Cómo era la camiseta?

-Tenía en la espalda, arriba del número, la firma de Diego en tamaño gigante. Nosotros nos reíamos, porque parecía que estuviera jugando él.

Una formación titular de Mladost, el equipo de la primera categoría en el que se desempeña el argentino; en un partido el club utilizó un autógrafo de Diego Maradona en la camiseta, y en el futuro puede ser el primero en vestir indumentaria de la marca Maradona.Gentileza Agustín Córdoba

-¿Te movilizó ponerte esa camiseta?

-De alguna manera sí, es distinto. Mis compañeros estaban chochos. Si se concreta, creo que sería muy positivo para el club, porque seguramente vendrían de todos lados para ver una camiseta con la firma de Diego.

-¿Se sigue el fútbol argentino en Montenegro?

-Sí, sí, mal. Por encima del brasileño y de muchos otros. Saben todo de Boca, de River, de todos los equipos. Y de Messi, por supuesto.

-Decías que iría más gente a ver a Mladost. ¿Se sigue la liga del país en el exterior?

-Se mira mucho para descubrir jugadores que puedan interesar en otros lados. Hay futbolistas de Montenegro en Serbia, en Macedonia del Norte, en Bielorrusia, en Malta, y algunos en equipos que participan en la Champions League. Los representantes, o los propios presidentes, están muy al tanto, llaman para preguntar, miran las estadísticas, los datos que publica Transfermarkt [sitio que mantiene al día la actividad y el rendimiento de equipos y jugadores de prácticamente todo el mundo].

La liga de Montenegro reúne apenas diez equipos, pero es muy observada desde otros países de Europa del este para nutrirse de jugadores montenegrinos.

Las nuevas tecnologías permiten, como nunca antes, conocer casi de primera mano el nivel de rendimiento de cada protagonista del planeta futbolístico, lo cual facilita y hasta estimula su movilidad de un punto a otro del mapa. Sin ir más lejos, Rodrigo Faust, el actual compañero de Agustín Córdoba en Mladost, vivió una etapa en Olancho, de Honduras, un país de características totalmente disímiles a las de Montenegro. Esos cambios de destino no solo condicionan al jugador, sino también al resto de la familia que lo acompaña.

-Mi mujer es técnica en farmacia. Podría estar laburando tranquilamente en Argentina, pero vino conmigo a dar la pelea. Ella es una guerrera, porque lo tiene más difícil que yo. Uno se va a la mañana a entrenarse y se despeja, pero mientras tanto la mujer está todo el tiempo en casa con la bebé. Además, maneja menos el idioma porque lleva menos tiempo acá, aunque ya conoce palabras básicas y puede ir sola a hacer las compras.

Rocío, su novia, es técnica en farmacia, y para ella es más difícil desempeñarse laboralmente en el lejano país, pero ha apoyado a Agustín en su carrera deportivo-profesional.

-Cambiar de país los complicaría aun un poco más.

-Mirá: nosotros tenemos claro que no estamos acá de paseo. Esto es trabajo para tener un futuro mejor. Lo que queríamos era estar los tres juntos. Lo conseguimos y vamos a seguir peleándola de esa manera, en Montenegro, en Argentina o en el país que sea. Tengo contrato para este año y otro más, pero siempre estoy preparado para lo que venga. Los años de carrera de los jugadores de fútbol son pocos. Diez, quince como máximo, si físicamente uno está bien. Me gustaría seguir creciendo y mantenerme en la primera categoría, ahora que logré llegar. De hecho, me hicieron una buena oferta para ir a Indonesia, pero era para la segunda y preferí seguir en Mladost.

-Es decir que si apareciera un club de Malasia, India o Uzbekistán, irías allá con el resto de la familia.

-¿Cómo es la frase? ¿“Por la plata baila el mono”? Bueno: eso, jajaja.

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