Eran poco más de las 11. Los vehículos en los que se trasladaban el juez, los representantes de las partes y los imputados se detuvieron a la vera del camino en el paraje de Melcho. La inspección ocular empezó en el mismo lugar donde Luis Espinoza fue visto con vida por última vez. El recorrido y la descripción que los testigos hicieron en la sala de audiencias a lo largo de estos dos meses de juicio tomaron espacio y cuerpo en el paraje.
“Si bien esta medida es una inspección ocular y no una reconstrucción, ha sido fundamental para ver dónde estuvo el cuerpo de Luis, dónde se han encontrado las vainas (servidas de las armas que se dispararon), la distancia entre el lugar donde lo matan a Luis y el lugar por donde sacan el cuerpo, escondiéndolo en medio del monte para que no lo vean”, dice el abogado querellante Carlos Garmendia. Y asegura que con esta última medida está en condiciones de alegar porque las pruebas son contundentes.
Y aunque no fue una reconstrucción, de alguna manera, una se podía imaginar cómo sucedieron los hechos el día en que los hermanos Espinoza fueron detenidos ilegalmente en una supuesta carrera ilegal de caballos. Y aunque era 27 de diciembre y era la mañana, la tarde del 15 de marzo de 2020 se sintió como si fuera el presente, pero esta vez, los imputados no tenían el poder de las armas, ni tenían en sus manos la vida de nadie. Esta vez, los imputados estaban parados, con las manos esposadas, custodiados. Protegidos, porque es su derecho, de los gritos de dolor e impotencia de Gladys Herrera, madre de Luis que no pudo contener su llanto mientras gritaba: “por qué me mataron a mi hijo. Por qué me quitaron la vida”.
Antes, a las 9.30 de la mañana, la comitiva había pasado por la comisaría de Monteagudo, el lugar donde nueve de los once imputados prestaban servicios como oficiales de la fuerza. “Ha sido una medida muy importante”, destaca Garmendia que advierte que no conocía esa dependencia. “Ahora tenemos una imagen más clara de por dónde ingresa el vehículo, qué hacen con el cuerpo de Luis, dónde lo esconden”, enumera el abogado. Y esa imagen adquiere una fuerza dolorosa si se piensa que, mientras el cuerpo de Luis yacía envuelto en un plástico en ese rincón del patio, en la parte delantera los Espinoza suplicaban y exigían y volvían a suplicar. Porque todo lo que querían era que aquellos policías -hoy imputado- les tomen la denuncia y empiecen a buscar al hombre que era el pilar de la familia.
Esta fue la última del año. Quizás 2023 llegue con justicia, cuando en febrero se reanude el debate y después de escuchar los últimos testimonios, los jueces dicten por fin sentencia- Y así concluya el juicio por el homicidio y desaparición de Luis Armando Espinoza y por las detención ilegal y los apremios contra su hermano Juan.