La casa de Segunda Honoria Soria y Agustín Sánchez era un símbolo de ayuda para todos los vecinos de la calle 12 de Octubre, en San Miguel de Tucumán. Como una casa humilde, la describen aquellos que les conocían. Ambos junto a su hija Susana Sánchez y su hijo Hugo Sánchez, formaban una familia marcada por la militancia que no dudaba en ayudar a aquellos que lo necesitaran.
«No era una familia de puertas para adentro, sino de puertas hacia afuera. Esa casa representaba un centro vecinal en esa zona. Su casa era una permanente circulación de compañeros y compañeras que accedían a veces para comer o dormir tranquilos «, recuerda María Cristina Barrionuevo. Ella, a través de la militancia, conoció a Agustín, Segunda y Hugo de quiénes aprendió sobre el peronismo, dejándole una huella imborrable. En los 70, Agustín era dirigente del sindicato de Luz y Fuerza de Tucumán, a él acudían diferentes agrupaciones juveniles para aprender de un peronismo que desconocían. Segunda colaboraba en la comisión de presos políticos.
En la madrugada del 4 de septiembre de 1976 fueron secuestrados por militares y policías. Entraron a su casa y preguntaron por su hijo Hugo. Con las manos hacia atrás y encapuchados los hicieron subir a un auto en donde se movilizaban los militares. Hugo formaba parte de la Juventud Peronista y era miembro de la agrupación Montoneros. En aquel entonces, se encontraba en Buenos Aires. «Revolvieron los cajones de la casa, se llevaron una foto donde yo aparecía y mi cédula», cuenta Hugo.
Días previos al secuestro, se realizaron diversos allanamientos en aquella casa sin ninguna razón. La última vez, los militares les dijeron que tenían solo cinco días para dar la dirección de su hijo.