A los 12 años, Custódio Mendes bajó solo de un avión en Ezeiza con un cartel colgado del cuello que decía su nombre. Había perdido a sus padres y llegaba a la Argentina para reencontrarse con una hermana mayor. No lo sabía entonces, pero se convertiría en el primer jugador en nacer en un país africano en jugar en el fútbol argentino. Medio siglo después, recuerda los episodios de discriminación que sufrió, el haber compartido equipo con Miguel Ángel Russo y Alejandro Sabella, además de ser dirigido por Carlos Salvador Bilardo, y la emoción de la histórica clasificación de Cabo Verde al Mundial 2026. A pesar de su amor por su país natal, dejó en claro que él se siente “más argentino que caboverdiano”, en diálogo con LA NACION.
Adriano Tomaz Custódio Mendes nació en la isla de San Vicente, en Cabo Verde, cuando el archipiélago africano aún era una colonia portuguesa. Su infancia estuvo marcada por el dolor y el desarraigo. A los ocho años perdió a sus padres. Su madre, afectada por una enfermedad hepática que, según recordó, le generaba una acumulación de líquido en el abdomen: “Cada tres meses la tenían que punzar y a veces le sacaban hasta dos baldes de agua. Era una agua amarilla. Mi mamá tenía 48 años”, contó. Apenas seis meses después, también murió su padre, a los 63.
Huérfano, quedó al cuidado de su entorno familiar, aunque la convivencia no fue sencilla. “Siempre fui muy independiente. No quería vivir donde me iban a mandar, a mí no me manda nadie. Me iba a dormir a la casa de un vecino, no me quedaba con mis hermanos mayores. Era como un potrillito indomable. Ni mi mamá podía conmigo”, recordó. En esos años, una parte de su familia residía ya en la Argentina y otra en Portugal, país al que debió trasladarse junto a un tío para realizar los trámites que le permitirían radicarse en el extranjero. “Toda la colonia portuguesa tenía que hacer sus papeles en Lisboa. Estuve cuatro años allá, hasta que me pude venir a la Argentina”, señaló.
Adriano Tomaz Custódio Mendes en sus inicios como jugadorArchivo LA NACION
En 1973, finalmente se estableció en la Argentina. “Tuve la desgracia de perder a mis padres siendo muy chico, y como mi hermana vivía en la Argentina me mandó a traer para que estuviera con ella”, contó. En la ciudad de La Plata, lo esperaba su hermana, 20 años mayor que él, quien estaba radicada en el país hace tiempo. El impacto del cambio fue profundo, y los primeros años en de adaptación no fueron fáciles: “Yo lloraba todas las noches. Quería volver a mi tierra, no entendía nada. Era otro idioma, otra comida, otra cultura. Era todo diferente. Me costó muchísimo”, admitió.
Además de la barrera idiomática, se enfrentó a un entorno social poco acostumbrado a recibir migrantes africanos. “Me decían ‘negro’ en la calle y yo reaccionaba, me peleaba. Después entendí que a veces era con cariño, como cuando mi cuñado le decía negra a mi hermana. Pero me costó”, relató. “Hoy, si me decís Custódio, ni me doy vuelta. Pero si me gritás ‘negro’, te contesto al toque”, dijo en tono de humor.
A lo largo de su vida en el país, la discriminación se hizo presente muchas veces, hasta fue detenido más de una vez por la policía sin justificación. “Me paraban en la calle solo por ser negro, incluso siendo jugador. Una vez estaba en la parada del colectivo y, entre 20 personas, al único que le pidieron documentos fue a mí. Me hicieron perder el micro y encima me terminaron pidiendo disculpas cuando se dieron cuenta de quién era y me trajeron hasta mi casa. Como esas, te puedo contar diez”, sostuvo. Aun así, nunca renegó de su nacionalidad. “Tengo pasaporte portugués, caboverdiano y argentino. Pero yo soy argentino. Mis hijos son argentinos, mi vida está acá”, afirmó.
Custódio Mendes durante la entrevista en la cancha de fútbol 5, donde también entrena chicosNacho Amiconi
El fútbol fue su refugio. En su infancia en Cabo Verde pasaba horas jugando con una pelota de goma o, en su defecto, con una media armada con trapos. “Jugaba con los más grandes, pasaba el día entero con la pelota. Al colegio iba, pero el cuaderno quedaba al lado del campo”, admitió riendo. También contó que Cabo Verde es un país muy futbolero, al igual que la Argentina, la pelota es el principal juguete de los niños. Ya en el país, después de superar las barreras idiomáticas y adaptarse a su nuevo entorno, su talento comenzó a abrirle puertas.
A los 14 años, un amigo de la familia lo llevó a probarse en Gimnasia y Esgrima La Plata, donde jugó en la séptima división durante un año, pero fue dejado libre. En esos meses dejó de jugar, pero gracias a la insistencia de un amigo al que considera como un padre, volvió a intentarlo. Esta vez en el clásico rival, Estudiantes, donde quedó tras una prueba en sexta división. “No quería saber nada, me había cansado. Pero me ganó por cansancio. Me llevó a probarme y quedé. Ahí arrancó todo”, relató.
Custódio debutó en primera división durante un interinato de Rubén Chévez, y luego formó parte del plantel que dirigió Bilardo. “Tuve un semestre con Bilardo, después me fui a préstamo a Danubio. En ese plantel jugué con todos: con el Tata Brown, con el enano Herrera, con Russo, con Patricio Hernández… Yo siempre digo que jugué con los mejores”, repasó.
Duelo entre Custódio Mendes, de Estudiantes de La Plata, y Eduardo Andrés Masotto, de Temperley, en 1984
(DYN Omar Torres)DYN
Su vínculo más fuerte fue con “El Pato” Hernández, a quien considera una figura decisiva en su vida: “No fue solo mi compañero. Para mí fue como un padre. Hoy es mi amigo, mi hermano. Si tuviese que escribir un libro sobre alguien, sería sobre él”. Incluso durante la estadía de Hernández en Italia mantuvieron el contacto por cartas. “Nunca se perdió esa relación. Siempre estuvo”, afirmó.
También guarda un recuerdo especial de Alejandro Sabella y Miguel Ángel Russo. “Sabella era un tipo muy reservado, de perfil bajo. Y con Russo compartimos muchos entrenamientos, fue muy compañero. A los dos los admiré como jugadores y como personas”, señaló. De Pachorra, resaltó que era “un fenómeno” y, aún así, “era mejor persona que jugador”, añadió.
Con Estudiantes se convirtió en el primer futbolista nacido en África en disputar partidos oficiales en torneos argentinos. “No me di cuenta en ese momento de lo que significaba. Ahora, con el tiempo, me doy cuenta de que abrí una puerta. Hoy se naturaliza más, pero en esa época no era común”, reflexionó. Su carrera continuaría por casi dos décadas, entre clubes del país y experiencias en el exterior.
Custódio Mendes en disputa con José Luis «Tata» Brown, en un Boca vs. Temperley de 1985, en la cancha de HuracánArchivo LA NACION
Aunque forjó su vida en la Argentina, Custódio Mendes nunca perdió el vínculo emocional con su tierra natal. Volvió por primera vez a Cabo Verde después de 37 años, con 49 cumplidos, en un viaje que terminó siendo profundamente movilizador. “Me reencontré con mis amigos, mis sobrinos, con mi hermana que estaba enferma y no quería morir sin volver a ver a su hermano. Fue como nacer de nuevo”, afirmó con una sonrisa en el rostro, que mostró siempre que hablaba de su país natal. Desde entonces, volvió a visitar el archipiélago, acompañado por sus hijos. “Quería que conocieran sus raíces”, explicó.
Aunque nació en suelo africano, considera que su lugar está aquí. “Yo soy argentino, mis hijos son argentinos, mi vida está acá. Cabo Verde me dio la vida, es mi sangre, pero yo me crie en la Argentina. Por eso siempre digo que soy más argentino que caboverdiano”, sostuvo. Esa afirmación, sin embargo, no borra su orgullo por el origen. “Mis raíces no las pierdo nunca. Sé de dónde vengo, tengo muy claro eso. Me da orgullo ver cómo creció Cabo Verde en el fútbol. Cuando me preguntan qué soy, a veces explico y a veces no. Pero cuando juega Cabo Verde, soy el primero en mirar”.
Con toda ropa de estudiantes, Adriano Tomaz Custódio Mendes posa con las pelotas de la cancha de fútbol 5 llamada «El Pinar»Nacho Amiconi
La histórica clasificación de la selección caboverdiana al Mundial 2026 marcó un hito para ese país de apenas medio millón de habitantes. “Me emocionó muchísimo. Siempre dije que el caboverdiano nace con una pelota. Allá todos juegan bien, aunque muchos no tienen ni para comprarse una. Y ahora llegaron a un Mundial. Es impresionante. Me hubiese encantado estar allá para vivirlo con ellos”, destacó.
Aunque no formó parte del proceso que llevó a la selección a su primera Copa del Mundo, siente que su camino —silencioso, alejado de los grandes reflectores— también representa una parte de esa historia. “Cuando yo jugaba, nadie sabía dónde quedaba Cabo Verde. Ahora todos lo googlean. Hay que explicarlo menos”, dijo entre risas. En ese sentido, su figura, reconocida tardíamente, gana valor como símbolo de pertenencia y como antecedente de la diáspora deportiva africana en la Argentina.
Nació en Cabo Verde cuando todavía era colonia portuguesa: es el primer jugador nacido en un país de África en jugar en el fútbol argentinoNacho Amiconi
La carrera de Custódio Mendes fue extensa, versátil y marcada por la resiliencia. Después de Estudiantes, pasó por Temperley, Chacarita, Colón y San Martín de Tucumán, en Argentina. Luego llegó el recorrido internacional, que incluyó Blooming (Bolivia), Marítimo (Portugal), Cerro Porteño (Paraguay), Iquique y Santiago Wanderers (Chile), y clubes de Venezuela, El Salvador y Honduras. También jugó en varios equipos del interior argentino como Racing, de Olavarría; Boca, de Bragado, y Martín Güemes, de Bariloche, muchos de ellos durante los recesos, aprovechando las vacaciones, que en aquel momento no eran remuneradas. “Me pagaban por partido, me daban todo. En vez de quedarme parado, seguía jugando. Era otra época”, explicó.
Custódio se retiró oficialmente en 1998, con 37 años, luego de un último paso por Bariloche, donde disputó el Torneo Federal con Martín Güemes. “Ya me dolía todo, el cuerpo me lo decía. Pero un profe me entrenó tres veces por día y me puso diez puntos. Le metí siete meses más. Y ahí sí, dije basta”, rememoró. La decisión, aunque lógica, no fue fácil. “El fútbol fue mi vida durante 20 años. Me dio todo. Pero también tuve que pelearla mucho. No era una época de contratos millonarios. Jugué dos décadas y tengo mi casa, un auto, y nada más. Hoy debutás en la reserva y ya te comprás el último modelo”, comparó.
Custódio Mendes saltando para cabecear la pelota mientras el arquero intenta agarrarla, en un Huracán vs. Temperley en 1986Archivo LA NACION
Después del retiro, tuvo su paso como entrenador cuando, durante un breve ciclo, fue técnico en las inferiores de Estudiantes. Dirigió a varios juveniles que luego harían carrera en Europa. “Tuve al Tucu Correa, a Federico Anselmo, Jonathan Silva… chicos con mucho talento. Yo trataba de enseñarles a disfrutar del juego, que no pierdan la esencia”, recordó. De Joaquín Correa, que llegaría a jugar en la selección Argentina y ganar la Copa América, destacó: “Me preguntaron qué jugador me gustaba, y respondí: hay un tucumano que me enamoró. Pero no juega. Conmigo va a jugar. ¿De qué? No sé, pero va a jugar”, rememoró.
Además, recordó a Jonathan Silva, otro que también llegaría a la selección y sería campeón con Boca. “A Silva lo corregí porque se tiraba al piso todo el tiempo, al pedo. Jugó de lateral, de central, de volante. Lo enseñé a marcar sin pegar, a hacer sombra, como aprendí yo. Porque nunca supe marcar, nunca pegué una patada. Pero entendí que si no aprendía a hacer sombra, no jugaba”, reflexionó.
Como formador, además de recomendar saber jugar en dos o tres posiciones distintas, lamenta una transformación del fútbol moderno que, a su entender, empobrece el espectáculo: “Ya no se juega con enganche. Lo sacaron. Ahora es todo correr y meter. Pero el fútbol no es solo físico. Hay que jugar también”. Y a la pregunta de ¿por qué no hay más enganches?, respondió: “Porque a los jugadores les falta personalidad. Yo me planté en una práctica porque me querían poner de ocho. Le dije al técnico: si no voy a jugar de ocho en primera, no me pongas de ocho ahora. Y me mandó a bañar”.
A veces utiliza la cancha de fútbol 5 para entrenar chicos todavíaNacho Amiconi
Esa mirada más integral del fútbol la aplicó también en su escuelita de fútbol, que varios amigos lo impulsaron a abrir. Al principio se resistió, pero finalmente aceptó. “No quería saber nada, pero me insistieron tanto que un día dije: ‘bueno, vamos a probar’. Y funcionó muy bien”, admitió. Como formador, trató de transmitir lo aprendido en su recorrido y también las enseñanzas que recibió: “Patricio Hernández me dijo que lo primero que hay que hacer es comprarse una casa, no un auto. Me marcó mucho. A los chicos les decía eso: que elijan bien el camino, porque el fútbol te puede dar mucho, pero también te puede quitar”. Sin embargo, la pandemia lo llevó a cerrar y no volvió a abrir desde entonces.
Aunque hoy no trabaja de manera formal en clubes, Custódio mantiene su presencia en canchas y espacios sociales vinculados al fútbol. A los 63 años, dirige al senior +50 de Estudiantes y colabora con un amigo, atendiendo una canchita de fútbol 5, donde todavía entrena a algunos chicos particularmente. “No me alejé nunca. Mientras pueda moverme, voy a estar cerca de una pelota”, concluyó.

