Estaba para perder por goleada, al borde de quedar sentenciado ya en la ida, en el Monumental, y si bien no pudo evitar la derrota, al menos quedó vivo. Malherido, pero reanimado por su segundo tiempo y por Juanfer Quintero, que se ganó la titularidad para la revancha. A eso se aferra River para pensar que no está dicha la última palabra, aunque el miércoles próximo, en San Pablo, no deberá permitirse un patético primer tiempo como el de esta noche si quiere que las semifinales de la Copa Libertadores sean un objetivo alcanzable.
Fue apenas el tercer partido que River perdió en 2025, pero esta derrota tiene un peso específico significativo porque pone en serio riesgo el gran objetivo del año, la Copa Libertadores.
Los jugadores de River aplauden a los hinchas por el apoyo recibidoGonzalo Colini – LA NACION
Si para River fue una mala noticia recibir un gol a los cinco minutos, las novedades pudieron ser mucho peores en los 20 minutos siguientes por la manera en que Palmeiras lo maniató y lo puso contra las cuerdas. En ese tiempo que River ni siquiera podía oler la pelota, el Verdão pudo sacar más ventaja. El paraguayo Gustavo Gómez, eterno zaguero central del equipo paulista, sobreviviente de las semifinales de 2020, ya había puesto el 1-0 con un cabezazo que conectó con increíble soledad tras un córner de Pereira.
A ese balde de agua fría a River le siguió una lluvia ácida, la que desencadenó Palmeiras con una superioridad que abarcó varios planos, casi todos los que componen un partido: físico, táctico, ritmo, intensidad y técnico. River se había quedado en el topetazo que Salas le pegó a Murilo apenas se puso la pelota en movimiento. Si quiso ser una señal de que River estaba dispuesto a llevarse por delante a su rival, se esfumó enseguida, porque empezó a plasmarse todo lo contrario.
El cabezazo de Gómez se transformará en el 1-0 de PalmeirasJUAN MABROMATA ,Agencia AFP – AFP
El equipo de Gallardo perdía los duelos individuales que le planteó Palmeiras, quedaba ahogado en la coordinada presión paulista, que le daba continuidad a esa estrategia con aceitadas combinaciones y triangulaciones. Gallardo apostó a la línea de tres zagueros que le había funcionado ante Estudiantes, pero el examen anoche fue muy distinto, de una exigencia muy superior. Enfrente estaba un equipo que este año invirtió 100 millones de dólares en refuerzos –con parte de ese dinero trajo al virtuoso Andreas Pereira, de la Premier League-, que tiene espíritu copero, como lo reflejan sus dos títulos en los últimos cinco años, y que desde hace cinco años es moldeado por el exitoso entrenador Abel Ferreira.
Antes de los 25 minutos ya podía estar perdiendo por una diferencia mayor, de no ser porque el palo devolvió un cabezazo de Evangelista y porque Armani sacó un tiro libre de Pereira y otro remate de Khelven. River estaba abrumado, no encontraba la pelota ni hacía pie. Desbordados Enzo Pérez, Castaño y Nacho Fernández en el medio, retenidos Montiel y Acuña en las bandas, desestabilizados los tres centrales. Más adelante, Driussi y Salas se veían obligados a retroceder para no quedar en el exilio.
Lo más destacado de River 1 – Palmeiras 2
En las tribunas, la euforia inicial había descendido varios decibelios. Este no era el partido que habían venido a ver. Empezó a campear la preocupación por la autoridad que transmitía Palmeiras y también el fastidio porque el equipo de Gallardo no conseguía armar una jugada. Vaya un botón de muestra: el primer remate al arco fue a los 27 minutos, un zapatazo de Paulo Díaz que no respondió a una jugada elaborada.
Recién a partir de los 25 River pudo equiparar un poco el desarrollo, aunque por esto solo debe entenderse que consiguió posicionarse durante más tiempo en campo rival. De ataques bien construidos y profundidad, nada. Palmeiras, que había impuesto condiciones a partir del pase corto y las combinaciones, también demostró que podía ser peligroso por la vía del contraataque. El ex Lanús José López, de media punta, era imparable, gambeteaba y asistía, como el pase al punzante a Vitor Roque –de vuelta a Brasil tras un breve paso por Barcelona y Betis-, que definió con mucha clase sobre la salida de Armani.
El Flaco Juan López, de gran primer tiempo en Palmeiras, escapa de la marca de RiveroGonzalo Colini – LA NACION
Pintaba desolador el panorama para River: 0-2 a los 41 minutos y con cuatro de los cinco defensores amonestados. De lo mucho que había para modificar para el segundo tiempo, Gallardo eligió mandar a la cancha a Juanfer Quintero (¡alguien que pudiera dar un pase como la gente!) y a Martínez Quarta. Al salir Enzo Pérez, se rearmó la línea de cuatro al pasar Portillo como volante central.
Sabiéndose inferior, River pasó a competir con vergüenza deportiva. Una recuperación más anímica que futbolística, con empuje, como fuera. Palmeiras había hecho un gran desgaste en la lección de fútbol que impartió en el primer tiempo y en el segundo se replegó 20 metros, se aplicó más a la contención. Hubo un cabezazo de Driussi, que al ratito salió frustrado por otra lesión. Otro cabezazo de Salas, también desviado. Así llegaba River, con centros, a los ponchazos. Lo único positivo era que Palmeiras no conseguía articular el contraataque, se dedicaba a rechazar todo con el imperial Gustavo Gómez, impasable por arriba y por abajo.
Si River estaba confuso, el árbitro hizo su aporte al explicar pésimamente por el micrófono el rodillazo del arquero Weverton en las costillas de Montiel. Fue a chequear al VAR el posible penal. Por el micrófono reconoció el foul, entonces explotó el Monumental festejando el penal, pero a continuación agregó que Montiel estaba en off-side. Cursos de oratoria también deberían hacer los árbitros.
Llegó el descuento con un remate de Martínez Quarta que se desvió en un defensor y Borja estuvo cerca del 2-2 en el descuento. Hubiese sido poco menos que un milagro, como el que deberá intentar en San Pablo. Estaba para perder por nocaut, al final fue por puntos y se puso de pie para la revancha.