Incertidumbre, miedo, valentía, culpa, militancia y un millón de emociones y acciones acompañan un diagnóstico de virus de inmunodeficiencia humana (VIH). “Mi diagnóstico a mí sí me define como persona, no de manera negativa, pero sí me hace pensar en la manera que pienso. Lo tomo como algo político”, dice Celeste Guzmán, referente en Tucumán de la Comunidad Internacional de Mujeres viviendo con VIH/SIDA (ICW por sus siglas en inglés).
Ella es cordobesa y llegó a Tucumán en el 2018. Sentada en la cafetería del Virla, carga con una panza de ocho meses de embarazo y un carrito lleno de fanzines y otros productos hechos a mano. Más tarde tendrá sus revistas tendidas, junto a una caja llena de preservativos, en el tablón del stand de la feria. Celeste se presenta como “madre de dos, VIH positivo y activista por los derechos de las mujeres y niñas con VIH”.
En 2020, mientras todo el mundo se preocupaba por un virus nuevo que ocasionó una pandemia, la mujer se enteró de que tenía un virus conocido por muchos, pero del que aún hay mucha información errónea dando vueltas. El estigma que rodea al VIH aún es moneda corriente: sumado a las complicaciones de salud que trae el virus, la discriminación y desinformación dificultan el día a día de las personas que viven con VIH/SIDA. “No solamente falta la medicación, falta trabajo, falta educación, falta salud, falta dignidad”, dicen desde la Alianza Mundial contra el Estigma y la Discriminación Asociados al VIH.
La referente tucumana de ICW recibió su diagnóstico durante su primer embarazo. Hoy, después de cuatro años y con un embarazo llegando a su término, la felicidad se mezcla con culpa. Celeste decidió no dar la teta y que el parto fuera por cesárea. Cuenta con un equipo médico que la acompaña y tiene asegurada la medicación y todos los cuidados necesarios para evitar la transmisión del virus a su bebé. La culpa aparece cuando se da cuenta de todo el trabajo médico que conlleva su parto.
Defensora de los derechos humanos desde hace muchos años, Celeste encontró su lugar y su forma de llevar el virus en la militancia. “Mi deseo realmente es que se acabe el estigma y la discriminación, de no estar pensando en quién me está mirando cada vez que digo VIH o SIDA”, dice Celeste, mirando a las mesas a su alrededor en la cafetería.
A cada feria a la que va, pone una caja de preservativos con la intención de despertar la curiosidad en la gente. “Hablen en su grupo de amistades sobre el tema”, invita Celeste. El uso de preservativos es la única manera de prevenir la transmisión sexual del virus y hacerse testeos es la manera más rápida de conocer el diagnóstico. “La gente no tiene que tener miedo de hacerse un testeo”, dice la cordobesa tucumanizada. Un testeo de VIH es solo es un pinchazo en el dedo y demora quince minutos.