En menos de tres días, el oficialismo pasó de intentar adueñarse del debate del Presupuesto 2026 a plegarse a las condiciones que impuso la oposición. Los bloques dialoguistas reclaman que antes de discutir números, el Gobierno cumpla con las tres leyes que Javier Milei promulgó pero no aplicó: la emergencia en discapacidad, el financiamiento universitario y los fondos para el hospital Garrahan.
Martín Menem intentó el lunes escenificar liderazgo al reunir en su despacho a los espacios del centro. Pero ese impulso se diluyó al día siguiente, cuando el Presidente volvió a incumplir las normas sancionadas por el Congreso. Los opositores endurecieron su postura y reiteraron el ultimátum: sin leyes, no hay debate de Presupuesto. Anticiparon, además, que avanzan en un dictamen propio, junto a otros bloques que se niegan a convalidar la displicencia libertaria frente al Parlamento.
El primero en blanquearlo fue Nicolás Massot (Encuentro Federal) durante la reunión de la Comisión de Presupuesto del martes. “Nuestro dictamen va a tener superávit fiscal para darle previsibilidad económica en los próximos dos años”, explicó. Según detalló, proyectará un superávit del 0,9%, frente al 1,5% que propone el Gobierno, y la diferencia se financiará con rentas generales.
Este miércoles, en una nueva cumbre de la Comisión presidida por el libertario Bertie Benegas Lynch −que reemplazó a José Luis Espert−, el oficialismo deslizó que podría aceptar un texto alternativo siempre que preserve el superávit primario y financiero. La brecha entre ambos proyectos, subrayaron, deberá cubrirse con la porción no indexada del gasto: partidas variables que no incluyen jubilaciones, educación, seguridad ni salud.
Apuntan a votar un texto común con la composición actual de la Cámara baja, pero con la nueva en el Senado. Pretenden, así, recortar el margen del peronismo, que podría condicionar la discusión. El debate, con este cronograma, se extenderá a las sesiones extraordinarias.
El diputado Carlos Heller, de UP, durante la reunión de PresupuestoSoledad Aznarez
El giro no es menor. Menem busca evitar quedar desdibujado en una negociación clave que podría apuntalar su reelección al frente de la Cámara, en diciembre. Pero su margen de maniobra se achica. No solo enfrenta a una oposición que le reclama diálogo y cumplimiento de compromisos, sino también a su propio espacio: Santiago Caputo, asesor presidencial y eventual integrante del futuro gabinete, impulsa a Cristian Ritondo (Pro) como alternativa para conducir Diputados. Aunque esa opción hoy parece lejana, erosiona el liderazgo de Menem y lo obliga a mostrar resultados.
El equilibrio podría romperse tras las elecciones del domingo, si los resultados nacionales golpean a La Libertad Avanza (LLA). Como alfil de Karina Milei −jefa nacional del partido−, Menem carga con la estrategia electoral que priorizó la pureza partidaria sobre los acuerdos. Ya piensa, sin embargo, en una nueva reunión para el miércoles, más acotada: Encuentro Federal y los radicales de Democracia condicionaron su participación al cumplimiento de las leyes, y los representantes de los gobernadores piden encuentros bilaterales para discutir sus demandas.
Martín Menem con los candidatos de LLA en Formosa
Uno de ellos fue el diputado misionero Daniel Vancsik, que este martes se reunió en Casa Rosada con Eduardo “Lule” Menem para plantear los reclamos presupuestarios de su provincia. Su par Carlos Fernández −referente de Carlos Rovira− fue más explícito: exigió que el precio de la yerba vuelva a definirse en el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) y no por obra y gracia del mercado, como dispuso la administración libertaria. Reclamos similares se multiplican en otras jurisdicciones.
La apertura al diálogo del oficialismo representa una rareza para una fuerza que hizo de la confrontación su marca política. Pero también implica una admisión implícita: que es posible cumplir las leyes votadas por el Congreso sin romper el equilibrio fiscal. En ese terreno, los libertarios se atribuyen una victoria cultural. “Los degenerados fiscales de ayer, hoy son fiscalistas”, celebran cerca de Menem, que intenta sostener su autoridad entre el Presupuesto y la interna.