Este jueves 23 inaugura la muestra “El Abusador” de Sol Rodriguez Díaz. Una vez más, la artista conmoverá al público exponiendo sus heridas, transformando el dolor personal de la violencia sexual, en un ritual colectivo.
“El Abusador” este Jueves 23 a hs. 20 en la Sede – Laprida 1566.
Se abrazó a un bloque de hielo, soportó el peso de la materialidad de la obra, quemó llantas en la Sociedad Francesa. Ahora, Rodriguez Díaz nos pone frente a su abusador opuesto a un cuadro donde enmarca la denuncia policial que realizó contra él. Ya no nos callamos más.
La muestra está conformada por un cuadro pintado al óleo del retrato del abusador, a sus 15 años, cuando sucedieron los hechos denunciados. Al lado está enmarcada del mismo tamaño la denuncia policial que ella realizó. La intención de la artista es transformar un acto catártico en una denuncia colectiva, para de cierta manera seguir corriendo el velo de los abusos sexuales intrafamiliares.
Según un informe de UNICEF, entre 2020 y 2021 se registraron 3.219 casos de abuso sexual hacia niñas, niños y adolescente. El 74,2% de las víctimas fueron violentadas por alguien de su entorno cercano o ámbito de confianza.
Lo particular de la obra es que será destruida en la misma inauguración. El retrato al óleo se convertirá en cenizas en una hoguera de la que participará el público, cómo un ritual alquimista. Luego, en lugar de la obra se verá el registro de esa acción en cámara lenta y en loop.
Acompaña la muestra un texto de la artista Viviana Rivadeo. Ella se pregunta: “¿Qué incinera el fuego cuando las cenizas ya preceden la hoguera? ¿En qué momento de la llama están imbricadas las formas paridas desde la repulsión y pulsión de vida que descienden a la pincelada? ¿Cuáles son las memorias que nos unen en una obra que nos muestra otras memorias que se suceden compartidas y se materializan en el acto de mostrar?“
Y agrega: “El Abusador es un manifiesto visual que nos demuestra la dimensión más necesaria del arte al proponer/evidenciar desde un posicionamiento político y militante lo que nos hemos negado a ver y discutir: la normalización de la violencia sexual y de género“.
La muestra se inscribe en un momento histórico particular, donde los abusos sexuales no se callan más. Lejos de ser un acto de catarsis, se convierte en un acto político, de denuncia, pero también de transformación: de lo personal a lo colectivo, del dolor a la resiliencia, del silencio como único destino posible a la exposición pública y artística.